Reflexiones sobre el amor

Cuando una observa el mundo y los temas que lo mueven, sin duda uno, quizá el más importante, es el tema del amor.  De una u otra forma el amor es el gran protagonista de la historia humana.  Incluso el “Amor”, escrito así con mayúscula se entiende como sinónimo de Dios.

El amor es un sentimiento noble, un sentimiento que eleva el espíritu del ser humano a su máxima capacidad de felicidad, de entrega, de lucha.  Sin embargo, por “amor” también se han librado batallas, se han traicioando amigos, se han suicidado amantes…  ¿Cómo puede existir tanta contradicción relacionada a una misma palabra?

Dándole vuelta a este tema, decidí analizar e investigar un poco más sobre este importante sentimiento hasta llegar a las siguientes conclusiones:

  1. La gente confunde su voluntad con el amor

Que yo quiera a alguien no significa que esa persona me tenga que querer.  Que una persona me quiera, no significa que tenga que actuar exactamente como yo lo tengo previsto.

Aceptar al otro como es, nos facilita el amor.  Aceptar que los demás no tienen que encajar con nuestro set de reglas para que sean dignos de nuestro amor, nos facilita el amar. Aceptar que una persona talvez no es para nosotros, nos evita el desamor.

Muchas veces nos empeñamos en amar a alguien, sin que en realidad la aceptemos tal y como es.  Entonces la relación se convierte en una insatisfacción para ambas partes, una porque no cumple con lo que esperamos, la otra porque nunca da la talla a lo que le exigen.

Uno ama porque quiere hacerlo.  Tenemos que tomar responsabilidad de a quén escogemos amar, porque eso es una decisión, lo queramos o no.  Y si la persona no cumple con la expectativa que nos imaginamos, tenemos básicamente dos opciones, o amarla a pesar de eso enfocándonos en lo positivo y apoyándola en su crecimiento, o dejarla.  La tercera opción, que es quedarse a martirizarse mutuamente, para mi, no es opción.

  1. El amor siempre surge de nosotros mismos, no del otro.

Contrario a lo que comúnmente se dice, el amor no nos viene de afuera.  En otras palabras, sentimos amor cuando tenemos pensamientos de amor que nos generan sentimientos de amor, y eso no depende del otro sino de nosotros mismos.

Es cierto que existen atracciones químicas, físicas, y aspectos culturales que pueden afectar el cómo vemos a la otra persona, pero a la larga, lo que impera es esa opinión o esas ideas propias que nos hacen sentir enamorados.    Tan cierto es esto, que  estoy segura que en alguna ocasión has tenido un pretendiente (hombre o mujer según sea el caso) súper enamorado(a) de vos, que por más que sea buena gente o te demuestre su amor no te interesa en lo absoluto.   Y de la misma manera, otra persona, que quizá no te dé ni la hora, es la que te tiene dando vueltas.

Entonces el amor que vos sentís no depende de que el otro te dé o no te dé amor, sino de que vos querás convertirlo en tu objeto de tu amor, o sea, de lo que elegís pensar sobre esa persona.

Esto es una buena noticia, porque a veces nos aferramos a la persona equivocada “en nombre del amor”, cuando en realidad lo que no queremos es soltar ese ideal que formamos sobre ella en el pensamiento; así como otras veces no le damos oportunidad a alguien que podría sorprendernos si tan solo abrieramos un poco la mente (más que el corazón).

  1. El amor siempre trae resultados positivos en nuestra vida.

El cantante Roy Orbison tiene una canción muy famosa que se titula “Love Hurts”;  ese, para mi, es un concepto equivocado del amor, porque el amor nunca trae resultados negativos. No es el amor el que trae tristeza, decepción, enojo… el que trae todo eso es precisamente lo contrario: el desamor.

En otras palabras, cuando amamos y ejercemos el amor, nunca vamos a perder, porque el amor siempre se siente bien y lleva a acciones positivas.  Y como el sentimiento de amar depende de nosotros y no del otro, siempre podemos generar amor…   Ejemplos de esto hay muchos, principalmente de personas extraordinarias que por ello son conocidas, como Victor Frankl, Gandhi o el mismo Jesús.

Pero no necesitamos ser tan elevados espiritualmente para entender esto. Si partimos de que el amor es un sentimiento que depende de nosotros y que nos hace sentir bien, el no amar, o sustituir este sentimiento por rencor, resentimiento o cualquier otra cosa negativa, no nos va a hacer sentir mejor, todo lo contrario, nos va a hacer sentir mucho peor…  de ahí todas las canciones desgarradoras de despecho.  No quiero decir con esto que no sea humano sentir estas cosas, pero siempre podemos elegir.

Podemos elegir incluso si nos damos cuenta que el sujeto de nuestro amor nos hace daño.  Podemos elegir dejarlo, podemos elegir terminar la relación, podemos elegir renunciar a nuestra vida juntos, pero no por eso tenemos que sustituir el sentimiento de amor por uno de odio o rencor, porque al final, el sentimiento lo llevamos nosotros, el sentimiento lo sentimos nosotros, y el sentimiento nos hace bien o mal a nosotros, no al otro.  ¡Un gran reto y nada fácil sin duda!

  1. El amor, un sentimiento que genera más amor

Y aunque suene raro, lo anterior me lleva a la conclusión de que de alguna forma, el amor es un sentimiento “egocéntrico”, porque en realidad queremos sentir amor por el bien que nos hace a nosotros, porque nos impulsa, porque nos hace felices, porque nos mueve a ser mejores, porque nos da fuerza y alegría de vivir, incluso porque hacer el bien al sujeto de nuestro amor, al final nos hace felices a nosotros.

Pero esto no es malo, porque el amor genera un “círculo virtuoso” muy potente: Cuando sentimos amor se nos nota, somos capaces de transmitir ese amor, nos volvemos más amables, más dispuestos a darnos  a los demás, y por lo tanto, nos convertimos a al vez, en mejores sujetos de amor.

  1. Y vos ¿te amás como te merecés?

Ahora, luego de toda esta reflexión viene la pregunta de coaching que no podía faltar: ¿Y vos, cómo te estás amando a vos mismo (a)?    Porque no es posible dar lo que no se tiene.

Hacé un examen de vida y descubrí cuánto amor sentís por vos mismo; si te castigás constantemente por lo que crees que no sos o no has logrado; si no te estás valorando y estás permitiendo que el desamor de otros te dañe; si te cuidás física, mental y espiritualmente…

El primer paso para ser feliz es el amor.  El último, también.

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