¿Muy tarde para empezar?
La pandemia del Coronavirus (Covid-19) ha tenido sin duda, un impacto muy fuerte en la vida de todos nosotros y en muy diversos ámbitos. Sin embargo, en estos días he estado pensando particularmente en el tema de cómo ha afectado los emprendimientos. Comentaba así con varias personas, que me ha sorprendido muy positivamente el hecho de que, a través de diversos grupos formados en las redes sociales, he visto la capacidad de resiliencia y el gran espíritu emprendedor que existe en el costarricense.
Miles de personas se han lanzado a ofrecer una enorme cantidad de productos y servicios, algunos que resuelven directamente las necesidades que han surgido a razón de la emergencia sanitaria (como mascarillas, estuches de limpieza, alfombras desinfectantes, comida a domicilio, etc.) así como otros que han buscado formas de mantenerse vigentes, ante la amenaza de los cierres y demás.
Y es que esta pandemia ha puesto en evidencia muchas otras cosas que son interesantes de observar, pero en este artículo yo quisiera destacar solo 2:
- El teletrabajo y el uso de los medios virtuales, así como los servicios a distancia, si bien ya existían para algunas industrias, ahora se han convertido en el modus operandi de la mayoría de las empresas y de muchos profesionales independientes, y creo yo, esta tendencia llegó para quedarse.
- Las personas están invirtiendo más en educación, salud y entretenimiento (talleres virtuales, plataformas de streaming, libros, música, etc.), ya que ahora se cuenta con más tiempo en casa y las salidas sociales son más restringidas.
El papel de los adultos en la oferta de servicios actual
Tomando en cuenta lo anterior, se presenta una oportunidad muy interesante, no solamente para los jóvenes, sino y especialmente, para los adultos que desean emprender. Con esta nueva forma de hacer negocios y un creciente interés en el área educativa y del entretenimiento, donde no se requiere la presencia física ni el desplazamiento, miles de personas adultas que poseen una gran experiencia y conocimiento en diversas áreas, tienen la posibilidad de explotar ese conocimiento y compartirlo a un mercado global con muchas ganas de aprender.
Claro que la idea suena más simple de lo que es. No se trata de “soplar y hacer botellas”. Pero en mi opinión, la virtualidad de alguna manera desdibuja las barreras o los prejuicios de la edad que muchas veces se encuentran en el mercado laboral presencial.
En la virtualidad, el servicio o el producto se puede ofrecer en forma directa y es fácilmente consumible y calificable; por lo tanto, si es bueno, no faltará quien lo valore y lo adquiera. La experiencia y la calidad que pueden aportar profesionales de peso en una “Master Class”, un “Webinar”, o en la creación de contenidos varios (blogs, libros, etc.) no es cosa de menospreciar.
Para muestra un botón
A manera de anécdota, quisiera contar dos pequeñas historias basadas en casos reales, que respaldan fuertemente mi argumento:
Caso #1:
La primera se trata la mamá de un amigo mío norteamericano. Ella reside en Nueva York y siempre había tenido afición por la escritura. A sus 87 años y a través de la virtualidad, contactó con una agencia de creación de contenido. La agencia le pidió una prueba escrita y la contrataron a distancia, sin nunca entrevistarla en persona. Luego de varios años de estar trabajando con éxito, uno de los gerentes de la empresa pidió una reunión presencial. Ella entró en pánico, porque tenía miedo de que cuando esta persona la viera, se daría cuenta de que era una anciana y no la contrataría más.
No obstante, cuando por fin se reunieron, la sorpresa fue muy grata para ambos. El gerente se sorprendió sin duda de la edad de la señora, pero lejos de quitarle trabajo, la estimuló a seguir adelante con su excelente labor. Y ella, superó el prejuicio de que, por su edad, la iban a dejar de contratar. Ahora ya cumplió 94, y hace como dos años, decidió “pensionarse”.
Caso #2:
El otro caso es el de mi mamá, Copí Salazar (su seudónimo de escritora). Mi mamá comenzó a escribir con sentido profesional a una “edad madura”, como a los 57 años, luego de que enviudara. En esos años, comenzó a interesarse por la escritura profesional, y poco a poco, fue produciendo diversas obras literarias. Primero para niños, con libros de cuentos infantiles, luego con trabajos colaborativos junto a otros escritores, y a sus casi 80 años, con la publicación de su primera novela, la cual tuvo mucho éxito. El año pasado, a sus 89 años, mi mamá publicó su segunda novela, y esta vez, la ha promovido, no solo de manera tradicional, ¡sino a través de Amazon y las redes sociales!
Entonces, yo los dejo con esta pregunta: ¿Cuándo se es verdaderamente viejo para llevar adelante un nuevo proyecto, reinventarse o emprender?
Yo creo que el limite es totalmente mental. ¿Y ustedes?
Si tenés inquietudes con respecto a realizar cambios en el ámbito laboral, desarrollar un proyecto, o emprender un negocio, yo te puedo ayudar. Contactame hoy y conversemos.